Historia de las Cometas de papel
Historia
de las Cometas de papel
Estimados estudiantes les dejo este texto a modo de información sobre la historia de las cometas de papel
Aunque su origen es incierto, se supone
que las cometas nacieron en China hace de más de 2.500 años. Hay varias
leyendas acerca de su origen: un sombrero de bambú de un campesino llevado por
el viento, la vela de un navío o tal vez la obra del filósofo Mo Ti, que
construyó una cometa con forma de ave que estuvo volando tres días como los
pájaros.
Lo cierto es que volar cometas era un ejercicio de meditación para
los chinos. Pero, además de estos usos lúdicos o religiosos, las cometas fueron
utilizadas -como también lo harían en la Polinesia años más tarde- como arte de
pesca, atando un anzuelo con un cebo a una cometa que después se soltaba desde una
barca, teniendo cuidado de situar el artefacto a suficiente distancia de la
sombra que proyectaba el bote, para engañar a los peces.
Los
chinos también encontraron aplicaciones militares a este objeto, que podían ser
desde hacer señales en el campo de batalla, a medir la distancia a un
campamento sitiado e, incluso, en algunas crónicas se habla de que hubo hombres
que volaron en estos objetos sobre ciudades sitiadas.
La
cometa se extiende desde China por toda su área de influencia; así, aparece en
países del sudoeste asiático como Corea, el archipiélago Malayo, Indonesia y
Birmania, y también en Japón y la India. Se desconoce cuándo tuvo lugar esta
expansión, pero si es probable que tuviera lugar en un corto espacio de tiempo,
ya que la cometa pronto empieza a ser difundida por la Polinesia, llegando a
ser conocida en lugares tan al este como la isla de Pascua. De igual forma, a
través de la India, se extiende hacia el oeste hasta la península arábiga y el
norte de África.
En
Europa la cometa se conoció antes del siglo XVI por tres vías: las invasiones
mongolas, las rutas comerciales por el Cabo de Buena Esperanza y los contactos
con el mundo árabe. La historia europea de la cometa empieza con los llamados
Dracos o catavientos en forma de dragón que se empleaban como estandartes en
los últimos días del Imperio Romano. Estos objetos consistían en un saco
cilíndrico de boca ancha que tenía la apariencia de dragón u otro animal
fantástico y que se llevaba atado en lo alto de un mástil. Al llenarse de aire se
hinchaba, ondeando al viento sobre los jinetes en las batallas. Su fin era el
de causar terror al enemigo en la batalla y actuar como grímpola o gallardete
que permitía a los arqueros conocer la dirección del viento.
Ya
en el siglo XIV aparece una descripción detallada de una cometa con forma de
dragón en varios documentos de la época, como el tratado de tecnología militar
Bellefortis (1405) de Conrad Kieser o en un manuscrito de 1430 que se conserva
en Viena. Pero es a finales del siglo XVII cuando la cometa se hace enormemente
popular en toda Europa, si bien circunscrita al ámbito infantil, como
pasatiempo o en espectáculos pirotécnico. Su potencial científico no se
reconoció hasta bien entrado el siglo XVIII, excepción hecha de algunos
experimentos no documentados que hizo Isaac Newton, referentes a los aspectos
geométricos de las formas de las cometas.
Otro
de los científicos que experimentó con cometas fue Benjamín Franklin quien, un
tormentoso día de junio de 1752, se encontraba realizando ensayos con electricidad.
Cuando elevó hacia el cielo su famosa “cometa eléctrica” con una llave atada a
la cuerda, comprobó que se producían descargas eléctricas, lo cual le permitió
demostrar la naturaleza del rayo y, subsiguientemente, inventar el pararrayos.
A
pesar de estos precedentes, las cometas no se emplearon de forma regular para
elevar instrumentos en observaciones meteorológicas hasta el siglo XIX. De esta
época datan los inventos de William A. Eddy (1891) y L. Hargrave (1894), que
supusieron una revolución en cuanto a su uso en el estudio de la atmósfera. El
primero fabricó una cometa de tipo convencional con el larguero arqueado hasta
formar un ángulo diedro, lo que le permitía volar sin cola; la cometa del
segundo era una estructura tridimensional consistente en dos cajas conectadas
entre sí con los extremos abiertos.
A
finales de siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con el desarrollo de la
aviación, se inventaron sistemas con fines militares para elevar observadores
en el campo de batalla. Éstos consistían en trenes de grandes cometas a los que
se les colgaba una cesta, de la cometa o de su hilo, para albergar al
observador. Tuvieron más o menos éxito, pero al final resultaron más eficaces
los globos. El sistema que más posibilidades tuvo, adoptado incluso por la
Armada y ejército británico, fue el que empleaba la cometa ideada por el
pionero de la aviación Samuel Franklin Cody (1903), que estaba formada por dos
celdas dobles de Hargrave adosadas entre sí y provistas de alas angulares.
En
la primera década del siglo XX, Alexander Graham Bell experimentó con cometas
para desarrollar una máquina voladora que pudiera ser tripulada. Construyó
enormes cometas formadas por un gran número de celdas tetraédricas. En 1907
construyó una de 3.393 celdas que, arrastrada con un barco de vapor, se elevó
50 metros del nivel del suelo. Otras construcciones tetraédricas más grandes,
equipadas con motor, no dieron el resultado deseado, así que, en 1909, prefirió
dedicarse a otras actividades
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